Una ronda de niños bailando al son de tradicionales danzas nortinas recibió al Papa Francisco en Iquique, hasta donde llegó para presidir su última Misa en territorio nacional. Allí lo recibió la intendenta de Tarapacá, Claudia Rojas y una comitiva de niños del Sename, la Teletón y pequeños bailarines.
La Eucaristía estuvo acompañada de distintos signos de la rica cultura del norte de Chile, que el Papa reconoció como una zona santuario de piedad y espiritualidad popular. “¡Cómo saben vivir la fe y la vida en clima de fiesta! Vengo como peregrino a celebrar con ustedes esta manera hermosa de vivir la fe”, aludiendo con esta alegría a la Virgen María, quien en el la lectura de las Bodas de Caná fue la primera discípula pendiente en el bienestar del prójimo, al percatarse que faltaba el vino.
“De este modo se desata el primer milagro de Jesús: Hacer sentir a sus amigos que ellos también son parte del milagro. Así hace el milagro Jesús, con nosotros”, expresó el Santo Padre, animando a que seamos nosotros los que demos el primer paso para ser milagros para otros.
Fue entonces cuando Francisco se refirió a la necesidad de ser hospitalarios con quienes llegan a nuestro país con la esperanza de obtener una vida mejor: “Iquique es una zona de inmigrantes que nos recuerda la grandeza de hombres y mujeres; de familias enteras que, ante la adversidad, no se dan por vencidas y se abren paso buscando vida”, dijo y agregó, “Ellos —especialmente los que tienen que dejar su tierra porque no encuentran lo mínimo necesario para vivir— son imagen de la Sagrada Familia”.
“Estemos atentos a los que se aprovechan de la irregularidad de muchos inmigrantes porque no conocen el idioma o no tienen los papeles en “regla”. Estemos atentos a la falta de techo, tierra y trabajo de tantas familias. Y como María digamos: no tienen vino, Señor”, dijo en la región de Tarapacá, zona que concentra una gran cantidad de migrantes en Chile.
Igualmente, y como también dijo en Temuco, el Papa Francisco llamó a que las culturas dialoguen: “Aprovechemos también de aprender y dejarnos impregnar por los valores, la sabiduría y la fe que tiene los migrantes […] No nos privemos de todo lo bueno que tienen para aportar”, dijo y luego agregó, “Y a transmitirle todo lo que hay de nuestra cultura originaria para enriquecerlos también con lo nuestro, con nuestras tradiciones, con nuestras sabidurías ancestrales, para que el que viene, encuentre sabiduría y dé sabiduría, eso es fiesta; eso es agua convertida en vino; eso es milagro que hace Jesús”.