Faltan seis días para las próximas elecciones municipales y restan tan solo tres para concluir el periodo de campaña. Sin duda, este proceso ha sido muy diferente a los anteriores, debido a las leyes impulsadas por la Presidenta Bachelet en la Agenda de Probidad y Transparencia.
Hasta el momento son ocho las normativas que han surgido de esa agenda y, en la actual campaña municipal y con estas nuevas reglas, los ciudadanos han notado cambios evidentes, partiendo por la disminución de la propaganda en los espacios públicos. También, los ciudadanos han tenido acceso a todas y a cada una de las declaraciones de patrimonio e intereses de los candidatos, así como al listado de aportes económicos que han recibido.
Desde el punto de vista de los postulantes, la nueva normativa les ha impuesto dedicarse más a persuadir que a buscar recursos para tapizar las calles y los medios con propaganda. En la práctica, las candidaturas se dedicaron a lo que realmente importa a la hora de difundir ideas: contactarse con sus electores y conquistar con el diálogo, y sin excesos publicitarios, adhesiones para sus propuestas.
Si hoy la ciudadanía desconfía de la política, es deber de quienes participamos en ella recuperar la confianza. Y cumplir la ley es el primer paso, porque si un candidato no es capaz de acatar las reglas en una campaña, qué puede esperarse una vez asumida cierta cuota de poder y representatividad.
Es cierto. La decepción se ha apoderado de nuestra sociedad, al punto que muchos sienten que su participación carece de importancia y validez. Sin embargo, creo que un punto de inflexión frente a esta realidad es precisamente hacer valer la opinión a través de la mayor expresión de voluntad y opinión que es el acto de votar. Quedarse en casa para una elección no es la opción del ciudadano responsable, ni tampoco el mero hecho de enarbolar banderas por las redes sociales.
El voto es una manifestación democrática que nos permite, colectivamente y en igualdad de condiciones, ejercer nuestro deber y nuestro derecho a cambiar el destino de nuestros territorios. Y eso es lo que haremos el próximo domingo, cuando la urna nos convierta en actores relevantes del cambio, de la mano del candidato o candidata que mejor nos represente.
Y por eso… ¡YO SÍ VOTO!